El Hombre Gusano

Hombre gusano, casi fusionado al suelo. Vives en la totalidad de la bruma y en escapar de la nada. Eres libre, sin peso alguno, ¿pero dónde está la libertad en no hacer nada?

Abrumado por la esperanza de un nuevo día, tantos intentos cegados por la luz de un futuro. Te das oportunidad y siempre lo acabas a mitad, descorazonado como si te hicieran daño, sin nadie para verte o entenderte.

Te mueves; te arrastras solamente hacia el sótano para buscar alimento. Aunque ya vives en ello, ¿dónde te diriges realmente?

Abocado al fracaso por cuenta propia, tan acostumbrado que lo has olvidado. Carente de significado, ni siquiera te preocupa buscarlo, en el día a día de tu misión que no se puede ganar ni perder.

Bañado en la rutina que es novia, padre e ideal, caldeado en esa orgía de conceptos te regodeas encima del orgullo, besando tu mano y escondiendo la otra como si fuera la amante. No es triste ni odioso, pues no hay cabida para esos en tu habitación, en tu reino de pena y olvido estrechados en un pacto.

Aun así despiertas a veces con la esperanza de encontrar esperanza, rezando con vergüenza al desear un sentido para todo, algo que te excuse de tanto mal que no afecta a nadie, que sepas, que conozcas (que conociste).


Por un momento, entre la neblina transparente del recién despertar, levantas la cabeza y te percatas que existes. En realidad tu sótano está en lo alto, y donde bajas a alimentarte es al mismo infierno, al interior de tu alma que es un hueco con tal de no moverte… no sea que despiertes, no sea que mueras más rápidamente.